sábado, 20 de diciembre de 2008

De nuevo, tabula rasa.

Momento de poner orden al caos.

Mi mente ahora es una tabla rasa y el périto del seguro a todo riesgo que, en un momento de lozana lucidez, un día decidí contratar, mira conmigo las consecuencias de lo que las llamas han dejado de lo que una vez fue mi imperio. Antes una civilización, hoy escombros de cenizas humeantes.

No hay nada a salvar.

Por un lado, el dolor, la pérdida. En aquella ciudadela de sueños había esperanza en un mundo mejor, una realidad cambiante para un mundo que ahora se ha reducido a cenizas. Todos los planes dejaron de tener validez desde que la vida fue despojada con la rabia de las llamas de aquel lugar. Una sacudida emocional de dimensiones bíblicas redujeron con fuerza donde un día hubo vida.

Por otro lado, ese pensamiento del vaso medio lleno se niega a verle todo el lado negativo a ese campo humeante y bañado en ceniza. El positivo se niega a ver caos y destrucción. Prefiere ver un campo lleno de posibilidades, el renacer de la vida desde cualquier punto. Una nueva posibilidad de levantar un nuevo imperio con las cosas buenas del anterior y cosas mejoradas. Un renacer cual ave fénix.

Y ahora, comenzar de nuevo tras el derrumbe. Momentos de desubicación nos esperan, de preguntar si vale la pena crear un nuevo imperio o dejarlo correr... Es hora de continuar, de dejar de creer que los sueños se equivocan. Ellos no lo hacen. Lo hacemos nosotros.